Quererme para quererte

Quererme-para-quererte - Lara Alonso

Sinopsis

Nil y Andrea se conocen desde que eran niños ya que sus madres son amigas íntimas.
Nil es guapo, popular y extrovertido. Andrea es insegura, más bien tímida. Se considera del montón y le gusta pasar desapercibida.
Nil sale con muchas chicas, pero uno de sus mayores placeres es meterse con Andrea. ¿Es porque es la única chica que no le sigue la corriente o es por otro motivo?
Sus vidas siempre han estado unidas por el instituto, por sus familias, por sus amigos… Hasta que una noche de Halloween lo cambia todo y, a partir de ahí, todo saltará por los aires. Lo bueno y lo malo.

—Hola —le saludo con el corazón a punto de salirse de mi pecho cuando lo veo salir de su casa justo en el momento en el que yo llego.

Observo como palidece ante mi presencia.

—Hola —me corresponde serio e inexpresivo.

Nos quedamos uno frente al otro sin movernos y en silencio.

«Debería decir algo. Debería decir algo».

—¿Qué tal estás? —pregunto al fin.

Levanta el rostro hacia mí y sus intensos ojos azules me dejan clavada. Siguen igual de hermosos que siempre, pero más fríos que nunca.

—Bien. Parece que tú… estás mejor —titubea.

—Sí, mucho mejor, gracias. —Me siento idiota ante esa respuesta tan de manual.

—Me alegro. Tengo que irme —masculla al pasar por mi lado para seguir su camino.

Me quedo quieta frente a la puerta de su casa. No reacciono, solo lo veo alejarse.

Me cuesta creer que después de todo lo que hemos vivido, y tras seis meses sin vernos, esta sea toda la conversación que vayamos a mantener.

Sigo sin reaccionar cuando se sube a su coche y se marcha.

La culpabilidad cae sobre mí porque sé que su reacción es la consecuencia de mis acciones.

Poco queda del Nil de ojos azules chispeantes de hace más de un año. Siempre risueño y dicharachero. Con su sonrisa perenne y su inagotable humor.

Sé que yo soy la principal responsable de ese cambio, de esa frialdad que me ha mostrado y de ese vacío en sus ojos. Yo lo arrastré a mi infierno particular y solo yo soy la culpable de que ya no sienta ganas de sonreír.

Nil se ha marchado de su propia casa porque sabía que esta noche venía yo.

Hasta ahora, nunca había huido de mí, aunque tampoco había tenido que enfrentarse a algo parecido a lo que yo le hice vivir el verano anterior.

El ruido de la puerta al abrirse me sobresalta.

—Hola, Andrea, cariño. Me alegro de verte —me abraza la madre de Nil.

—Hola, Sara, yo también.

—Te veo genial. —Me sonríe sincera.

—Gracias.

—Dale tiempo —susurra en mi oído mientras me pasa un brazo por los hombros—. Tú te has llevado la peor parte, pero él también ha sufrido.

—Lo sé —afirmo con tristeza.

—Vamos, tus padres ya están dentro. —Me acompaña al interior de su casa—. Es hora de celebrar que estás de vuelta y más guapa que nunca.

Andrea

1 año y medio antes

—He hablado con Sara para que vengan a cenar esta noche —me informa mi madre.

—¿En serio? Tengo planes.

—Tendrás que cancelarlos.

—Mamá, hemos estado fuera todo el verano y es el primer día que puedo ver a mis amigas.

—Queda después de cenar.

—A mí no me necesitáis para nada.

—Andrea, eres parte de esta familia. Te quedarás a cenar y luego, si quieres, sales un rato.

—No es justo. Y encima tendré que soportar al endiosado de Nil.

—No entiendo tu actitud con él. Antes teníais una buena relación. ¿Qué os ha pasado?

—Que creció y se volvió insoportable.

—Andrea —me advierte.

—Voy a llamar a Marta y a Tania para quedar más tarde —digo con fastidio.

—Lo pasaremos bien.

—Seguro —respondo con ironía.

* * *

—¿Qué pasa, Andreíta? —me pregunta el todopoderoso Nil Guerrero al entrar en mi habitación como si fuera suya.

Su casi 1,80 hace que la estancia parezca más pequeña. Camina con una seguridad aplastante, la que le aporta su físico imponente. Es rubio, y en esta época del año es casi blanco por la abundante exposición al sol. Sus ojos azules me recuerdan al mar en calma. El tío es guapo y lo sabe, y eso me cabrea aún más.

—Te he dicho mil veces que no me llames así. ¿Y por qué entras sin llamar?

—Veo que sigues con la misma mala leche que antes de irte de vacaciones.

—Y tú, igual de insoportable.

—¿Qué pasa? ¿Tienes a un tío escondido?

—¿Sabes lo que es el respeto? No, claro, tú qué vas a saber de eso. —Acaba de llegar y ya no puedo con él—. ¿Y si estuviera cambiándome de ropa?

—Bah, no vería nada que no haya visto antes.

—Eres insufrible. ¿Qué quieres?

—Tu madre te reclama abajo. —Me observa mientras me levanto de la silla—. ¿Y a ti que te ha pasado?

—¿De qué hablas?

—Has adelgazado más.

—¿Y eso a qué viene?

—Las tías siempre estáis igual.

—Sí, claro, los tíos no miráis eso. Por eso sales con tías que parecen salidas de la revista Vogue.

—¿Estás celosa, Andreíta?

—¡Puaj! No hagas que se me revuelva el estómago.

—Hasta ahora no he recibido ninguna queja.

—Ey, Nil —saluda mi hermano mientras entra como una tromba en mi habitación.

—¿Qué pasa, enano?

—¿Jugaremos después una partida a la play? —pregunta con emoción.

—Claro.

Me sorprende la pasión que tiene mi hermano por él, incluso le permite llamarle enano.

—¡Guay! —contesta ilusionado—. Mamá quiere que bajemos a cenar.

—Sí, vamos —accedo con ganas de salir de mi habitación.

—Andrea, qué guapa estás —dice Sara en cuanto entro en el comedor.

—Gracias. —Me siento avergonzada frente la mirada de todos.

—El bronceado te sienta muy bien, y veo que has perdido algo más de peso.

—Un poco.

—Ha perdido cinco kilos más —interviene mi madre—. Sigue a rajatabla ese régimen.

—Sí, yo creo que ya lo podría dejar —añade mi padre.

—Estás muy guapa —me halaga Diego con una gran sonrisa.

Oigo resoplar a Nil detrás de mí y Sara lo reprende con la mirada. No entiendo cómo esta pareja tan encantadora ha tenido un hijo tan insoportable.

—¿Qué tal las vacaciones? —les pregunto.

—Muy bien, aunque os hemos echado de menos. Lástima que este año no lo hayamos podido arreglar para pasar unos días juntos. Para compensar, el próximo puente montamos algo.

—Genial —sonrío para ocultar mi falta de interés por pasar tiempo con el prepotente de su hijo.

—Venga, a cenar —nos apremia mi madre.

Para no variar, tengo a Nil frente a mí, que espera a que nadie lo vea para tirarme pequeñas migas de pan.

«¿Se puede ser más infantil?».

Lo fulmino con la mirada. Eso parece animarle más porque su sonrisa se amplía.

Por suerte, cuando acabamos de cenar, mi hermano arrastra a Nil para jugar a la play en su habitación y yo aprovecho para despedirme y reunirme con mis amigas.

* * *

—Tengo que contarte algo —me aborda Tania después de besarnos y abrazarnos.

—¿Qué pasa?

—Es probable que no te guste.

—Me asustas, suéltalo ya.

—Sí, tía, díselo ya —interviene Marta.

—Me gusta un chico.

—¿Y por qué no me iba a parecer bien?

—Porque es…

—No me digas que es Nil —digo horrorizada.

—No.

—Entonces ¿dónde está el problema?

—Es uno de sus amigos —acorta Marta.

—¡No me digas!

—Sí, no te enfades, tía.

—¿Quién es?

—Dani.

—¿Salís juntos?

—Algo así.

—Eso solo os afecta a vosotros.

—El caso es que vamos juntos —interviene Marta.

—¿Qué quieres decir? —pregunto temiéndome lo peor.

—Que salimos todos por ahí.

—¿Con Nil también?

—Ajá.

—No, esto no puede ser verdad. —No tengo bastante con tener que soportarlo en el instituto y en mi casa que ahora también tendré que hacerlo en mi tiempo libre.

«Esto es una pesadilla».

—Tía, no te lo tomes así. Además, tampoco es tan idiota como tú dices —lo defiende Marta.

—¿Hablamos de Nil Guerrero?

—Sí, sin olvidarnos de que está buenísimo.

—Dime algo que no haya oído antes.

—A ver, Andrea, tenemos que apoyar a Tania en esto.

Me mantengo en silencio, soy consciente de que, como amiga, tengo que estar a su lado, aunque solo de pensar en compartir más tiempo con Nil me entra urticaria.

—Además, ahora sale con Laura, así que tampoco tendrás que verlo tanto —resuelve Tania.

—Genial, así me refregará su último ligue por los morros —me quejo.

—Eres demasiado susceptible con el tema de Nil —dice Marta.

—Porque es insoportable y tengo que aguantarlo desde que tengo uso de razón.

—Mañana hemos quedado para ir a la piscina —suelta Tania.

—Tienes que venir —ordena Marta.

—Paso.

—Venga, tía, no seas infantil. No me dejes sola con ellos.

—Hasta ahora parece que no has tenido problemas —declaro a la defensiva.

—Han sido majos conmigo, pero te he echado de menos. Venga, Andrea. No seas aguafiestas —insiste Marta.

—Hazlo por tus amigas—ruega Tania.

—De acuerdo —accedo—. Si se pone muy pesado me largo.

—Tranquila, estará ocupado con Laura.

—Eso espero.

* * *

Casi están todos cuando llegamos. La zona del césped está al fondo del recinto, así que tenemos que bordear la piscina para llegar y dejar las toallas.

—¡Cuánto tiempo, Andreíta! —oigo a Nil mientras se tira en plan bomba justo en el momento en el que paso al lado de la piscina.

—Serás… —me cabreo al sentirme empapada—. Un día lo mato —farfullo, y mis amigas ponen cara de circunstancias.

—El agua está buenísima, ¿verdad, Andrea?

—Ni me hables. —Camino apresurada hacia la zona del césped a paso rápido para alejarme de él lo antes posible.

Pongo mi toalla en el lugar más alejado del grupo. Mis amigas me miran, pero no comentan nada. Mi cara debe reflejar cómo me siento.

—¿No te quitas la ropa? —se preocupa Marta.

—Voy a esperar un poco.

A pesar de los kilos que he perdido, todavía no me veo bien y me cuesta mostrar mi cuerpo.

Observo como Dani viene hacia nosotras con una sonrisa y la mirada fija en Tania.

—Hola, venid allí con nosotros —nos invita en cuanto nos alcanza.

—No queremos molestar —dice Tania.

—Tú nunca molestas.

Marta y yo nos miramos y nos aguantamos la risa ante tanto empalago.

—Chicas, ¿vamos?

Yo no contesto.

—Claro —dice Marta a la vez que me da un codazo.

—Vale —accedo con desgana.

Una vez estamos situadas, las chicas proponen bañarse, pero yo prefiero quedarme.

—Hola —me saluda y se sienta a mi lado Rubén.

Rubén es alto y delgado. Su pelo es castaño, al igual que sus ojos. Es un chico tranquilo que me transmite calidez.

—Hola.

—¿Qué tal tu verano?

—Bien, y ¿el tuyo?

—Genial, aunque tengo ganas de volver al instituto. ¿Tú no?

—Sí, sobre todo porque será nuestro último año antes de ir a la universidad.

—Cierto. —Me pongo nerviosa ante su escrutinio—. Te noto cambiada, has perdido peso.

—Sí, un poco.

—Estás genial.

—Gracias —digo con el rubor subiendo por mis mejillas.

—Andreíta, ¿te vas a tirar a la piscina por voluntad propia o te tiro yo? —pregunta el dueño de todos mis males.

Está plantado delante de mí con su pelo corto y rubio mojado. Le bajan gotas de agua por su torso desnudo y por un momento me distraigo. Me tienta con sus ojos azules.

—No te atreverás —digo muerta de vergüenza por ser consciente de que nos observan.

—Ponme a prueba —sonríe con malicia y recuerdo por qué no lo soporto.

—¿Tú no tienes una novia a la que molestar?

—No ha llegado todavía.

—Búscate otra actividad.

—Molestarte es más divertido. Uno, dos…

—Nil, ni se te ocurra tirarme a la…

Antes de acabar la frase tira de mí y me arrastra al borde de la piscina. Me envuelve en sus brazos y, con una sonrisa letal, nos sumerge en el agua.

—Eres idiota, todavía voy vestida —le grito en cuanto mi cabeza sale a la superficie.

—Bah, estamos en verano y eso se seca en un momento. ¿Y por qué todavía no te has quitado la ropa?

—Me largo.

—Venga, nada un poco que te servirá para relajarte, estás muy tensa.

—Olvídame, Nil —digo mientras me alejo de él.

Cuando creo que va a venir detrás de mí, veo que me adelanta y sale de la piscina para abrazar y morrear a la tal Laura sin ningún pudor delante de todos.

«Exhibicionista».

 Salgo de la piscina en dirección opuesta a él y su nueva novia para reunirme con mis amigas y olvidarme del maldito Nil. Cosa que no es posible porque mis amigas, en cuanto salen del agua y llegan a las toallas, se dedican a cotillear sobre su novia. Han oído que es una chica de Barcelona que veranea en una urbanización colindante.

Tania se despide para reunirse con Dani a solas. A mí no me queda otra opción que quitarme la ropa mojada y quedarme en bañador.

—Tía, has perdido más peso, ¿no?

—Un poco. —Parece que es el tema preferido de todos desde que he vuelto.

—No adelgaces más.

—Todavía me falta para estar bien.

—No digas chorradas.

—Es igual, déjalo, Marta.

Aunque he perdido diez kilos, aún no me siento bien. Espero que en el momento en que pierda los que tengo previstos me vea mejor. Quiero dejar de ser la rellenita del grupo de mis amigas.

Marta siempre llama la atención. A pesar de no ser muy alta, posee un cuerpo lleno de curvas, de esas que están bien puestas. Además de unos bonitos ojos castaños y media melena rubia. Se viste sensual y sabe sacarse partido. Lo que más me gusta de ella es esa seguridad arrolladora que tiene.

Tania es todo lo contrario, es alta y delgada con un estilo informal. Su cabello es negro por debajo de los hombros. Es la típica chica a la que cualquier cosa que se ponga le queda bien. Con unos tejanos y un jersey está guapa.

Y luego estoy yo, un poco más alta que Marta, pero no tanto como Tania. Pelo castaño, ojos castaños…, de lo más común del mundo. Y, hasta hace poco, con exceso de peso. No es que sea gorda de manual, más bien la típica rellenita a la que le sobran unos cuantos kilos. He conseguido perder parte de ellos, pero todavía estoy lejos de mi peso y figura ideal.

* * *

Hoy es el primer día del instituto de nuestro último año de bachillerato. He estado inquieta toda la noche y me he despertado temprano. He quedado con Marta y con Tania para tomarnos un té o un café antes de enfrentarnos al nuevo día.

—Estoy histérica por saber de qué forma van a distribuir las clases. Ojalá coincida en alguna con Dani —dice Tania ilusionada.

—Aish, ¡qué bonito es el amor! —se burla Marta.

—No seas idiota —se queja Tania.

—Gracias por pensar en nosotras —apunto.

—Sabes que contigo es más difícil coincidir —se justifica Tania.

—Excusas.

—Andrea, tú tienes más posibilidades de estar en alguna aula con Nil ya que es de ciencias como tú —interviene Marta.

—No me lo recuerdes. El año pasado ya tuve esa desgracia. Espero este año tener más suerte.

—No te hagas ilusiones. Parece que no podéis estar alejados el uno del otro —se burla Marta.

—Qué graciosa. —La fulmino con la mirada.

—Chicas, es hora de irse —nos recuerda Tania.

Salimos de la cafetería y siento como la emoción domina mi cuerpo a la espera de descubrir que me deparará mi primer día de clase. Llego justa a Biología y, cuando estoy a punto de sentarme, siento como alguien tira de mi brazo.

—Has tardado un montón —me reprocha Nil nervioso.

—¿Qué pasa?

—Lo siento, Susana —dice con su voz más solícita—, había quedado en sentarme con Andrea. —Y, tras una sonrisa a la tal Susana, me arrastra a su lado mientras esta me fulmina con la mirada.

—No me lo puedo creer. ¿Ahora también me utilizas para espantarte a las tías? —lo interrogo en cuanto Susana se aleja.

—No te sulfures, Andreíta

—No te soporto, y no me llames así. Me largo —digo con intención de incorporarme.

—¿Dónde vas? —Me agarra del brazo y me vuelve a sentar.

—Arréglate con tus ligues. Yo no quiero saber nada.

—No tengo nada con ella. Ahora estoy con Laura.

—Ni que eso te vaya a impedir hacer algo.

—Oye, que cuando salgo con una tía no estoy con otra.

—Haz lo que te dé la gana. Lo único que te pido es que a mí me dejes aparte de tus líos.

—¿Qué quieres?

—¿Qué quiero de qué?

—Por sentarte conmigo en la clase de Biología.

—¿En serio?

—No te regodees. Eres la única tía a la que tengo que sobornar para que se siente conmigo —dice con fastidio.

—Búscate a otra.

—No tengo tiempo y eres la única que sé seguro que no va a querer ligar conmigo.

—Serás fantasma…

—No me refiero a que seas la única del instituto, sino a que eres la única que yo conozco ahora mismo. ¿Qué quieres?

—O sea, que no es broma.

—No.

—¿Y desde cuando no quieres que las tías se te echen encima?

—¿Qué quieres? —insiste tras ignorar mi pregunta.

—Tengo que pensarlo.

—De acuerdo.

En ese momento entra el profesor y la conversación queda interrumpida.

Qué situación más rara.

«¿Qué puedo pedirle? ¿Que venga un día al instituto en falda, que tome todos los apuntes de Biología por mí, que se mantenga alejado de las chicas un mes?».

Las posibilidades que se abren ante mí me hacen sonreír. Veo que me observa y parece adivinar mis pensamientos porque niega y sonríe.

Aguantamos el resto de la hora de forma estoica y, al final de ella, me vuelve a abordar.

—¿Has pensado lo que quieres?

—Necesito más tiempo. Una oportunidad así no se presenta todos los días.

—Vaya, va a resultar que Andreíta también tiene su lado malvado.

—No lo sabes tú bien. —Me alejo para ir en busca de mis amigas—. ¿Qué tal ha ido, chicas? —me intereso en cuanto las alcanzo.

—Una mierda, no coincido con Dani —dice Tania cabreada.

—Piensa que así podrás centrarte mejor, que si no solo estarías pendiente de tu amorcito —trata de animarla Marta.

—Además, podrás verlo en los pasillos y en los descansos. Lo cogerás con más ganas.

—Por lo menos coincido en alguna clase con Marta. ¿Tú que tal, Andrea?

—Resulta que me siento con Nil en Biología.

—¿Y por qué no estás echando espuma por la boca? —pregunta Marta.

—Porque voy a poder sacar algo a cambio.

—Explica, explica —exige Tania.

Les detallo lo sucedido y nos reímos a carcajadas con las ideas que se nos ocurren para Nil. Como siempre, las de Marta son las más locas.

* * *

Al día siguiente a la hora del descanso, los chicos deciden jugar a fútbol; después de un rato de observarlos correr detrás de una pelota, decidimos que es mejor irnos a la cafetería a tomar algo. No sin antes tener que insistir para que Tania nos acompañe, ya que se siente mal por abandonar a su reciente novio.

Cinco minutos antes de que finalice el descanso, aparecen recién duchados y con el pelo aún mojado.

—Andreíta, no te has quedado a animarme.

—Es que olvidé los pompones en casa.

—Estoy muerto de sed, no te importa, ¿verdad?

Sin esperar mi respuesta coge mi botella de agua y le pega un trago que la deja a la mitad.

—Eh, esa agua es mía.

—No me la he acabado.

—Me has dejado todas tus babas —digo con cara de asco.

—Vamos, Andreíta, ¿qué es compartir una bebida cuando tú y yo hemos compartido hasta los chupetes?

—Deja de llamarme así.

—Venga, Andreíta, no te enfades.

—Uff. Me largo a clase. Tienes el don de sacarme de quicio.

Me sorprende como Nil tiene la capacidad de desenterrar esa parte guerrera que hay en mí. Es con el único que reacciono así. En general soy tímida y bastante sumisa, pero él tiene algo que me hace rebelarme. En cierto modo me gusta porque es liberador. Con él no mido ni mis actos ni mis palabras.

—Eh, te dejas el agua.

—Paso, no quiero tus babas.

—Tú te lo pierdes. —Coge el agua y se acaba el resto.

—¿Nos vamos, chicas? —las apremio mientras camino hacia la puerta.

—A veces pienso que Nil siente algo por ti —afirma Tania en cuanto me alcanza fuera.

—¿Estás loca? Lo que siente es un inmenso placer por martirizarme.

—Sé que se mete contigo, aunque me da la sensación de que es una forma de llamar tu atención.

—Tú estás fatal, Tania. Tu vida amorosa con Dani te ha afectado al cerebro. A Nil le gustan las tías que parecen modelos. Nos conocemos de toda la vida, siempre se ha metido conmigo. No te montes películas, Tania.

—Vale, vale. Solo es una sensación que tengo.

—Olvídalo.

* * *

Al final de semana vuelvo a tener clase de Biología y, por ende, coincido con Nil.

—¡Andreíta! —me llama frente a todos.

—No me vuelvas a llamar así delante de la gente —le reprendo abochornada—. Eso es lo que quiero a cambio de sentarme contigo.

—¿Estás segura?

—Sí, y tienes que cumplirlo.

—Sin problema.

Sospecho de su rápida aceptación. Supongo que piensa que podría haberle pedido algo peor. Debe de estar contento por tan poco sacrificio.

—Sin problema, Andreíta —me repite al oído.

—Te has comprometido…

—Y no te volveré a llamar así delante de la gente, como me has pedido. Lo dejaremos para la intimidad. —Me guiña un ojo.

Tengo ganas de estrangularlo. Me niego a volver a dirigirle la palabra en lo que queda de clase. En cuanto esta acaba, recojo mis cosas y me marcho.

—Buen fin de semana, Andrea —eleva la voz para que le oiga desde la puerta.

Aprieto los dientes para no mandarlo a paseo y darle ese gusto, porque seguro que eso le divertiría aún más.

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